Supersticiones XL

Hace unos días celebramos el 67 cumpleaños de mi madre. Ella no lo quería celebrar, pero le hicimos una pequeña fiesta que duró más de lo esperado (hasta las “…itantas” de la noche) y al final se alegró de haber cumplido años, aunque creo que lo dijo sólo por complacernos porque se niega a cumplir más.

Después de degustar una tapita, que comenzó sobre las ocho de la tarde, llegó la cena con “tortillonas” de patatas, “pescaito frito” y chacina típica de la tierra (jamón serrano, caña de lomo…). Sobre las 11 de la noche, y a todo correr porque el día se terminaba, le pusimos una tarta con sus pertinentes velas, las cuales apagó de un solo soplido después de pensar un deseo.

Cuando ya teníamos el estómago tan lleno que no entraba ni el aire en los pulmones y metidos en una agradable tertulia surgió la pregunta estrella de la noche “¿por qué la tradición de apagar velas en los cumpleaños? Nadie sabía la respuesta y yo me he puesto a buscar en Internet sobre esta superstición o tradición y he encontrado lo siguiente:

Los aniversarios como fecha de celebración del nacimiento estaban reservados en la edad Antigua a las personalidades. Fueron notables las fiestas organizadas por Cleopatra para celebrar el cumpleaños de Marco Antonio en el siglo I. En Egipto y Babilonia se celebraba el cumpleaños de los varones de la realeza, pero era tabú celebrar el de los niños y las mujeres.

Los griegos creían que toda persona tenía un espíritu protector, o daemon, que estaba presente el día de su nacimiento y cuidaba de él durante su vida. Este espíritu tenía una relación mística con el dios en cuyo día de cumpleaños la persona nacía. Los romanos también aceptaban esta idea. La costumbre de las tortas (pasteles) con velas encendidas comenzó con los griegos en el siglo III; se ponían sobre los altares del templo de Artemisa tortas redondas como la luna, hechas con miel, que tenían cirios encendidos. Su luz representaba la del astro, cuya llama se encargaba ella misma de apagar a través de un soplo de aire que descendía de una especie de ventana situada en la parte alta del templo.

Quedó así la celebración del cumpleaños como un vestigio pagano hasta que la Iglesia cambió de actitud hacia el siglo IV. Posteriormente, en el siglo XII, se comenzaron a registrar los nacimientos en las parroquias europeas y se volvió a celebrar el cumpleaños, ahora ya el de todos. Ya entonces era parte del ritual el apagar las velas del pastel de un solo soplo con la habitación a oscuras. Y eran velas a las que la creencia folclórica dotaba de una magia especial.

Por eso nosotros le pusimos las 67 velitas y la pobre casi se ahoga por apagarlas todas de un soplido. La pena es que no tenemos ni una foto del momento, porque ella no quiso y nos comunicó que el próximo año quiere cumplir los años de la foto.