29/5/08

Supersticiones VII

Si hablamos de supersticiones nos podemos sorprender de las cosas, tan insólitas, que podemos llegar a ver.
Recuerdo un día, que una señora llegó a la sala a jugar con un cuadro en las manos. Cuando se sentó en la mesa, empezó a enseñárselo a las personas que estaban sentadas al lado de ella y cómo no, también a todos nosotros. Por cierto era un cuadro bonito y las dimensiones no eran demasiado pequeñas, si no todo lo contrario. Por lo visto había estado de compras, después decidió ir a jugar unas manitas y como no sabía que hacer con él, se lo llevó a jugar con ella.
Era por la tarde, pidió la merienda y se dispuso a jugar con tan buena suerte que empezó a cantar y lo digo así porque entre líneas y bingos cantó lo que ella nunca pensaba que iba a cantar esa tarde. Al principio sólo se ponía contenta, pero al cabo de unos cuantos premios empezó a decir que la suerte se la estaba dando el cuadro y cada vez que le quedaba un número, para línea o bingo, restregaba el cartón por él. Ese día se fue muy contenta por todos los premios que había cantado y totalmente convencida de que la suerte se la había dado el cuadro.
Pero ahí no queda todo, porque al día siguiente se presentó en la sala con el mismo cuadro, pero ya no envuelto sino metido en una gran bolsa, e insistía en que él le daba suerte. Yo ya no sabía si creérmelo porque volvió a cantar varios premios, pero no tantos como el día anterior y se volvió a ir muy contenta y con los mismos pensamientos.
Seguía merendando todas las tardes en el bingo con su cuadro al lado y yo empecé a verlo como su “mascota” por lo grande que era, pero la suerte le cambió. Un buen día se fue enfadada porque no cantó nada en toda la tarde y llegué a creer que se había enfadado con el cuadro por lo sucedido, pero ella insistía y venia todas las tardes con él, aunque no cantara. Esto lo siguió haciendo durante mucho tiempo, hasta que se dio cuenta que el cuadro no era lo que le daba la suerte, ya que muchas tardes se iba sin cantar.
Aunque dejó de venir con él, empezó a traer otro tipo de amuletos e insistía en que la suerte no venía sola y que siempre había que tener algo que te diera energía positiva para poder cantar.

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