28/5/08

Qué lio cuando entró el euro

Recuerdo con cierta añoranza los días que pasamos estudiando la forma de trabajar en el bingo con el euro. Al principio el cartón costaría 1,8 euros y eso era un lío a la hora de dar los cambios en céntimos, tanto de monedas como de billetes, aunque a los pocos meses se redondeó a 2 euros y todo cambió.
Un par de meses antes de la entrada del euro nos pusimos manos a la obra y practicábamos, con monedas reales, los diferentes cambios con los que nos podíamos encontrar. Cuando la sala estaba cerrada, todos los compañeros nos sentábamos en diferentes mesas, en grupos de 3 ó 4 y uno de nosotros hacía de vendedor, teníamos que pagarle con monedas o con billetes y a la vez mezclárselo con los céntimos y al principio todo era un lío tremendo, nos reíamos mucho, pero a la vez a mi me invadía la impotencia. Con los días y la práctica nos fuimos enterando de algo, pero todavía no nos habíamos enfrentado a la realidad.
Para la comodidad de los clientes, dispusimos una mesa de cambios en la entrada de la sala, siempre con un vendedor, y allí podían cambiar las pesetas por euros, ya que tuvimos un periodo en el que circulaban las dos monedas y no era obligatorio pagar en euros. Llegó el día 1 de Enero y todos estábamos un poco nerviosos, porque ese era el momento en el que nos enfrentábamos a la realidad, aunque los clientes estaban casi igual que nosotros.
El día empezó con cierta normalidad, aunque los clientes no paraban de hacer preguntas sobre como íbamos a trabajar… y comenzó la primera partida. Al principio todo se hacía con lentitud porque teníamos que asegurarnos a la hora de dar los cambios, pero según fue pasando la mañana nos encontrábamos con situaciones de todo tipo ya que los clientes tampoco tenían demasiada idea de los cambios y teníamos que explicarle casi todas las partidas lo que estábamos haciendo con su dinero.
Todo esto duró varios meses hasta que por fin se cambió el precio del cartón y se redondeó a 2 euros. A partir de ahí todo iba mucho más rápido e incluso los clientes dejaron de hacer tantas preguntas sobre los cambios que les dábamos. Así, poco a poco todos nos fuimos enterando y familiarizando con esta moneda, aunque tengo que confesar que yo en algunas situaciones aún tengo que pasar los euros a pesetas para poder enterarme de lo que estoy pagando y creo que no soy la única.

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