12/6/08

Supersticiones IX

Una clienta hizo que pasara la tarde más estresante de mi vida.
Llevaría trabajando un par de horas aproximadamente, y de pronto una señora se sentó en una mesa de mi rango, me pidió un cartón lo pagó y se volvió a la suya.
Cuando comencé a vender la siguiente partida y llegué de nuevo a la misma mesa, la señora estaba de nuevo allí sentada, me volvió a pedir otro cartón y se marcho para jugarlo donde realmente estaba sentada. Eso mismo lo siguió haciendo durante unas cuantas partidas y nadie de la mesa le protestaba.
De pronto no sé que pasó, pero no estaba allí para comprarme el cartón, miré para la mesa donde estaba sentada y no se había ido, seguía jugando. Supuse que ya no quería cartones míos y no le dí importancia.
Pero a la siguiente partida, de nuevo estaba esperando para comprar un cartón de los míos y además un poco enfadada. Me dijo que porqué no la había esperado la partida anterior sabiendo que ella siempre me compraba un cartón y lo cierto es que me quedé un poco sorprendida ya que mi obligación como vendedora no era esperar a nadie sino venderle a todas las personas que estuvieran sentadas en mi rango.
Le dije que yo no sabía si eso lo iba a hacer todas las partidas y que si quería un cartón tenía que estar sentada en la mesa, pero que no se preocupara, que le traería uno de los míos para que jugara esta partida. Cuando terminé de vender mi rango le llevé el último cartón que me quedaba con la gran sorpresa que cantó.
Desde ese momento me tuvo toda la tarde llevándole mi último cartón de cada partida y como me gusta complacer al cliente para verlo disfrutar, pues yo lo hacía con mucho gusto aunque terminé cansadísima. Desde entonces cada vez que entraba en la sala me buscaba y me decía al oído: cuando te sobre un cartón no lo revendas, me lo traes a mí que me das suerte… y yo así lo hacía.

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