8/5/08

Supersticiones IV

Recuerdo un día, cuando yo vendía cartones, que una señora mayor quería ir al servicio y estaba sentada sola en la mesa. No sabía a quién dejarle los cartones mientras ella volvía, entonces miró a su alrededor, vio a un señor que estaba sentado en la mesa anterior y le pidió que por favor estuviera pendiente de sus cartones por si no le daba tiempo a volver. Cuando volvió le dio mil gracias, pero lo que no se esperaba era cantar bingo, lo hizo con tanta fuerza que casi se cae de la silla, a continuación se levantó, y fue a darle las gracias de nuevo pensando que la suerte se la había dado él. Luego me lo contó a mí y me dijo que ese señor le había dado suerte, yo no sabía como hacerla entender que eso no tenía nada que ver y que había sido pura casualidad, pero ahí no queda todo. Al día siguiente volvió, se sentó en la misma mesa y en la misma silla, y al ratito entro el señor, pero no se sentó al lado de ella. No habían pasado ni dos partidas cuando se levantó, se dirigió a él y le dijo que por favor le mirara los cartones porque tenía que ir al servicio, pero cual fue su sorpresa cuando el bingo no lo cantó ella sino un señor que había en la mesa anterior. Esta señora estaba tan segura de que iba a cantar bingo que se quedó un poco mustia, pero ella venía casi todos los días y cada vez que tenía que ir al servicio buscaba a este señor, aunque estuviera en la otra punta de la sala.
Con el tiempo tuvimos una relación bastante agradable, entre empleada y clienta, además en varias ocasiones la he visto por la calle, siempre se para, me saluda y comenta los momentos que ella ha pasado allí y la cantidad de personas que llegó a conocer mientras se lo pasaba bien jugando al bingo.

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