5/8/08

Despues de un duro día de trabajo


Cuando era jefa de sala yo sabía lo que era un duro día de trabajo para un vendedor, ya que durante años estuve vendiendo cartones.

Digo esto porque cuando la sala se llena de público tienes que estar mucho más atento a todo lo que haces porque un fallo puede hacer que el cliente quede descontento y no es lo mismo estar pendiente de un rango con pocas personas que tenerlo lleno.
Cuando llega el final de la jornada estás tan cansada que no sientes los pies y todo lo que quieres es relajarte y comer, porque desde que cenas hasta que se cierra la sesión pasan unas cuantas de horas y los estómagos están vacíos.

Después de la jornada siempre picábamos algo, pero el gran banquete me lo daba cuando llegaba a casa aunque a veces estaba tan cansada que me iba a la cama sin probar bocado. Me podía más el cansancio.

Una noche, de esas con la sala llena, cuando terminamos la jornada y cerramos la sala me quedé mirando a los vendedores. De pronto sentí lo mismo que cuando yo era vendedora y pensé: “el hambre que estarán pasando”, pero ya no podía hacer nada.
Al día siguiente también estuvo la noche bastante animada y serían las dos de la madrugada cuando se me ocurrió una idea.
Me fui al office y hablé con la cocinera, le dije que preparara una gran tortilla de patatas y mucho pan para que cuando terminara la sesión todo el mundo pudiera comer un bocadillo de tortilla antes irse para casa, y así lo hizo.

Terminó la jornada, todos fueron a los vestuarios a cambiarse de ropa y cuando bajaron se encontraron con la sorpresa. No sabían porqué ni para qué estaba allí esa gran tortilla de patatas, pero la verdad es que a más de uno se le notaba en la cara el deseo de coger un trozo.
Cuando ya estuvieron todos sentados en la sala esperando al cajero y al jefe de mesa que terminaran las tareas de la mesa de control me dirigí a ellos. Les dije que después de darlo todo como profesionales y también como personas lo menos que yo podía hacer como jefa de sala era poner en la mesa esa gran tortilla para que se fueran a descansar con el estómago lleno.
No sabían que decir, pero lo que si sabían era como comérsela. No quedó ni una miga por ningún sitio. Y a partir de aquel día ellos ya sabían lo que yo pensaba: “después de un duro día de trabajo había que descansar con el estómago lleno” y yo quería que mis vendedores así lo hicieran.

Hoy por hoy me encuentro con compañeros y todavía recuerdan estos momentos.

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